El
Mundial de Argentina 1978 fue uno de los tantos torneos organizados por la FIFA
que, en la teoría, prometían grandes cambios beneficiosos económicamente pero,
en la práctica, ocasionaron importantes deudas a los países anfitriones.
Arrasados
por la euforia y alegría de vivir y organizar una competición de primer nivel,
como la Copa Mundial de la FIFA, muchas veces se piensa y prioriza el plano
deportivo por sobre el económico, cuando debería mantenerse un equilibrio. El Mundial de 1978 que en un
principio a la Argentina, le iba a costar unos 70 millones de dólares. Jorge
Rafael Videla, dictador al mando del país en ese momento, le restó importancia
al enorme gasto económico que se ocasionaría y anunció que se llevaría a cabo
el torneo por más que costase 100 millones de dólares. El ministro de economía,
José Alfredo Martínez de Hoz, tuvo una visión más acertada y advirtió que había
muchos aspectos que arreglar antes de gastar ese dinero para ese proyecto.
Finalmente,
el certamen se llevó a cabo y una vez terminado, provocó un egreso de 800
millones de dólares, un gasto más de once veces mayor a lo previsto. Esta deuda
engendrada, actualmente a 34 años de aquel desastre económico y sumado a otros
ligados a la dictadura argentina, sigue siendo un pasivo difícil de solventar.